Tratar de encajar un zapato de la talla 35 en un pie de la 39. Imposible, ¿verdad? Pues igual de improbable es lograr cambiar de vida de la noche a la mañana. Es lo que pretenden muchos en septiembre, cuando, nueve meses después, vuelven los propósitos de Año Nuevo.
Lo cierto es que se trata de un buen momento para hacer cambios en el día a día, como empezar el gimnasio o seguir una dieta saludable. “Septiembre es un buen momento porque cambian las rutinas. Venimos del verano, un periodo de máxima flexibilidad. Es cuando nos olvidamos de la rutina y nos permitimos ser lapsos con nuestros ritmos a todos los niveles”, cuenta a CuídatePlus Miriam González, psicóloga del Colegio Oficial de la Psicología de Madrid.
Tras las vacaciones, sin embargo, todo vuelve a la normalidad: el clima, las actividades (más de interior), los días de trabajo, la vuelta al cole… “El año escolar nos modifica a todos, tengamos o no niños. Cambia la influencia del tráfico, los horarios y nuestro entorno”, apunta la especialista. Es entonces cuando llegan los nuevos retos y objetivos “y nos equivocamos, cometemos los mismos errores en septiembre que en enero”.
En este sentido, González señala que cuando se quiere cambiar un hábito, muchas veces se pretende hacer todo de golpe y entonces “se plantean estrategias megalómanas con nosotros mismos. Intentamos cambiar mil cosas a la vez y eso es imposible”. La especialista alude al daño que hacen las redes sociales en este aspecto, en las que influencers o personas con gran alcance en ellas lanzan mensajes contraproducentes como “muestra tu mejor versión” o “vamos a ser maravillosos”. Todo ello hace que la presión interna sea mayor y que aquel que quiera introducir hábitos drásticos en su vida se bloquee y no consiga modificar nada.
Cambios realistas
La clave está en ir paso a paso. “Para integrar en el día a día un hábito de forma realista lo que hay que hacer son pequeños cambios, no muchos a la vez”, afirma la psicóloga del COP, quien utiliza la siguiente comparación: “Es como si se quiere escalar el Everest cuando lo único que se ha hecho hasta ahora es cambiar el canal de la tele con el mando”.
Así, por ejemplo, en caso de que se quiera introducir una alimentación saludable después de estar semanas con una rutina de picoteos, “se puede empezar por decidir comer equis día de la semana pescado y ensalada, sin tener que acabar de repente con los helados”. Lo mismo ocurre con el ejercicio físico: poco realista es querer entrenar desde el principio cinco días a la semana de manera intensa con clases de crossfit. “El objetivo debe ser realista y que se pueda cuantificar. No es verdad cuando decimos que solo necesitamos cinco horas a la semana para ir cinco horas al gimnasio. Hay que considerar el tiempo de desplazamiento, de organización, etc.”, insiste la experta.
De acuerdo con González, la frase “no me da la vida” tiene mucho sentido si alguien quiere dedicar de forma utópica cinco horas al gimnasio a la semana, que de manera realista van a ser siete horas y media con el desplazamiento. Probablemente, “no le dé la vida porque va a sentirse abrumado por esa situación. Lo que debe plantearse es empezar yendo, por ejemplo, dos veces por semana un par de horas e ir ampliando este tiempo poco a poco”. En definitiva, gestión horaria.
Además, continúa la psicóloga, es muy conveniente organizarse de manera visual. A pesar del número de aplicaciones que existen para este fin, González recomienda dejarlo por escrito en un sitio que se pueda ver, como la puerta del frigorífico. “Vamos a olvidarnos de la tecnología porque al final estar pendiente de una app es una tarea más que introducir en la rutina”, declara.
Todas las actividades con las que se cumplan en el día pueden marcarse con un color que resulte atractivo y aquellas que no se han podido hacer, también deben señalarse con algún tono que resalte, como el rojo. Conseguir integrar un hábito en la rutina “nos va a crear una sensación de bienestar y satisfacción con nosotros mismos y nos va a ayudar a reforzar el propio hábito”.
