En España, según datos de la sociedad cada año se producen unos 90.000 nuevos casos de ictus y, en 2023, esta enfermedad fue la responsable del fallecimiento de más de 23.000 personas.
Además, más del 30% de las personas que sobreviven a un ictus en España, están actualmente en un situación de dependencia, debido a la discapacidad a largo plazo que les ha provocado las secuelas enfermedad: el ictus es la primera causa de discapacidad en España y, en al menos el 40% de los casos, el ictus deja importante secuelas. ¿De qué dependen las secuelas? Como explica a CuídatePlus Joan Ferri, director general de Irenea, miembro del Instituto de Neurociencias de Vithas (INV) y presidente de la Sociedad Española de Neurorrehabilitación. Además, es el coordinador de la nueva línea estratégica de la Actualización del Plan en Ictus del SNS, “el ictus es una interrupción repentina del flujo sanguíneo al cerebro, privando a las células cerebrales de oxígeno”. Este daño “puede causar secuelas funcionales severas o incluso la muerte si no se trata a tiempo y de ahí la importancia de conocer sus causas para la prevención y para un tratamiento efectivo”.
Es una patología que va en aumento. Tal y como indica el especialista, “se ha observado un aumento en los casos de ictus, principalmente por el envejecimiento de la población y factores de riesgo relacionados con el estilo de vida moderno, como la obesidad y el sedentarismo”. Según sus estimaciones, “entre 2015 y 2035 se espera un aumento de aproximadamente un 34% en la incidencia de ictus en la Unión Europea, lo que destaca la necesidad urgente de implementar estrategias integradas de prevención y neurorrehabilitación”.
Factores de riesgo
¿Por qué se produce un ictus? Existen muchas causas pero este proceso está influenciado, en gran parte, por los factores de riesgo asociados. “La relación entre estos factores y el ictus está bien documentada y es ahí donde la prevención y el manejo médico son claves”, recalca el experto.
Estos factores de riesgo son: “La hipertensión, la diabetes, el colesterol elevado, el tabaquismo, el consumo excesivo de alcohol y el sedentarismo son algunos de los principales factores que incrementan el riesgo de ictus”. Todos ellos, en mayor o menor medida, “contribuyen al daño de los vasos sanguíneos y a la formación de coágulos, lo que puede provocar un ictus isquémico, o en algunos casos, la ruptura de un vaso sanguíneo, resultando en un ictus hemorrágico”, recuerda Ferri.
El ictus y sus secuelas
Las secuelas de un ictus dependen de varios factores: “La gravedad del episodio, el área cerebral afectada, la rapidez con que el paciente recibe tratamiento y sus condiciones de salud previas”. Y es que, “cada minuto cuenta, especialmente en la fase aguda, y por ello es crucial un enfoque integral que incluya la rehabilitación temprana”.
Como indica Mª Mar Freijo, Coordinadora del Grupo de Estudio de Enfermedades Cerebrovasculares de la Sociedad Española de Neurología, “independientemente del tipo de ictus, la rapidez con la que se haya recibido atención médica ante la aparición de los primeros síntomas, influirá enormemente en el pronóstico de los pacientes. Teniendo en cuenta que, por cada minuto que pasa sin que llegue la sangre al cerebro se mueren casi 2 millones de neuronas, se explica por qué la frase ‘el tiempo es cerebro’ va siempre asociada a esta enfermedad. Si se sospecha que una persona está sufriendo un ictus se debe llamar inmediatamente a los servicios de urgencia porque es una emergencia médica”. Además, añade Ferri, para evitar secuelas, “trabajar con un equipo transdisciplinar permite adaptar el tratamiento y maximizar las posibilidades de una recuperación funcional, mejorando la calidad de vida del paciente”.
Entre las principales secuelas que puede producir un ictus se encuentran:
Pérdida de fuerza, falta de coordinación o pérdida del control de movimiento.
Propensión a caerse.
Trastornos visuales
Trastornos del lenguaje
Espasticidad que es la contracción permanente de ciertos músculos
Trastornos de la sensibilidad (hormigueo o falta de sensibilidad al tacto)
Disfagia o dificultad para tragar
Dolor superficial
Incontinencia urinaria
Alteraciones del estado de ánimo
Deterioro cognitivo
¿De qué depende que haya secuelas?
En los últimos años, y gracias a los avances que se han producido en Europa y, en concreto en España, tanto en tratamiento como en identificación de la enfermedad, así como en la cada vez mayor implantación de las Unidades de Ictus (áreas de hospitalización especiales para el ingreso de pacientes con ictus) o del Código Ictus (procedimiento de actuación coordinada de todos los profesionales sanitarios ante una sospecha de ictus), la tasa de mortalidad de esta enfermedad ha descendido considerablemente. Se estima que, respecto a los últimos 30 años, las tasas de mortalidad han descendido más de un 68% en los países de Europa Occidental.
Dicho esto, y haciendo alusión al estudio realizado en IRENEA y publicado en 2017 en la revista Neurología, titulado Las secuelas generadas por un ictus adquieren un carácter multidimensional, el experto recuerda que “los ictus provocan secuelas complejas en los adultos, especialmente en los casos moderados a graves”.
De una muestra de 396 pacientes, la mayoría presentó déficits motores y alto riesgo de caídas al iniciar el programa de rehabilitación. “Aunque hubo una mejoría global tras seis meses de tratamiento, solo el 11% alcanzó una discapacidad leve, especialmente quienes tenían buena función cognitiva al ingreso”, informa.
Así, los problemas emocionales “mejoraron notablemente, mientras que los conductuales presentaron menor avance, destacándose como una secuela significativa a largo plazo”. De hecho, por la importancia de estas secuelas, la nueva estrategia en ictus del SNS, presentada el 22 de octubre de 2024, introduce una línea estratégica enfocada en la Neurorrehabilitación y Vida después del Ictus.
En ella, “se resalta la importancia de una neurorrehabilitación multidisciplinar desde las fases iniciales del ictus hasta las crónicas. La estrategia plantea un ‘continuum’ de atención donde el tratamiento debe coordinarse entre equipos agudos, de rehabilitación y de atención primaria para maximizar la recuperación funcional y el bienestar del paciente a largo plazo”.