Los avances en el conocimiento de la microbiota intestinal (flora intestinal) y su conexión con el cerebro han abierto una vía de investigación muy prometedora, pero que aún está en sus inicios: los psicobióticos. Se trata de bacterias que, cuando se ingieren en cantidades adecuadas, tienen la capacidad de mejorar la salud mental. En otras palabras: son probióticos que actúan sobre las enfermedades psiquiátricas. Diversos trabajos científicos muestran su potencial frente al estrés, la ansiedad o la depresión.
Recientemente, un equipo de investigadores estadounidenses ha desvelado uno de los mecanismos que explican cómo influyen los microbios del intestino en la salud mental, proporcionando pistas para la consecución de nuevos tratamientos. Al parecer, un producto de la acción de las bacterias intestinales (un metabolito), el indol, desempeña un papel directo en la regulación de la actividad cerebral vinculada a la ansiedad.
Según los resultados de los experimentos en animales de laboratorio publicados en la revista EMBO Molecular Medicine, la ausencia de las bacterias responsables de la producción de indol altera el funcionamiento cerebral, especialmente en las áreas que controlan el miedo y la ansiedad.
Este descubrimiento abre dos posibles vías para el tratamiento de la ansiedad: la administración de probióticos a base de bacterias productoras de indoles, o bien la suplementación dietética con indoles.
Psicobióticos frente al estrés y la depresión
El papel emergente de los psicobióticos en el manejo del estrés y las enfermedades relacionadas ha sido expuesto en un simposio organizado por Farmasierra en el XVI Congreso de la Sociedad Española de Microbiota, Probióticos y Prebióticos (SEMiPyP), celebrado en Barcelona. En diversos estudios se ha comprobado que algunas cepas de bacterias intestinales tienen la capacidad de atenuar la producción de cortisol, la hormona del estrés. En general, las cepas de lactobacillus y bifidobacterias han sido las que han mostrado mayor evidencia científica en la modulación de síntomas emocionales, de ansiedad y depresión.
Por otro lado, algunos probióticos específicos han mostrado su capacidad para reducir los indicadores de depresión y mejorar la calidad de vida en pacientes con síndrome del intestino irritable (SII).
No obstante, todavía es pronto para empezar a utilizar los psicobióticos en las consultas de digestivo o en los centros de salud mental. “Es necesario tener evidencias más específicas en patologías concretas y eso requiere hacer estudios que prueben sus beneficios específicos”, ha resaltado Javier Santos Vicente, jefe clínico de Gastroenterología del Hospital Universitario Vall d´Hebron de Barcelona y miembro del CIBERehd. “Mientras tanto, creemos que también es muy necesario hacer mayor divulgación entre los profesionales”, ha añadido.
El eje intestino-cerebro, clave para la salud mental
La investigación en psicobióticos como vía terapéutica para los trastornos mentales se apoya en la conexión que existe entre el cerebro y la microbiota intestinal, es decir, lo que se conoce como eje microbiota-intestino-cerebro. Es un complejo bidireccional que comunica el sistema nervioso central con el aparato digestivo por medio de enlaces neuronales, endocrinos y de otros tipos. El cerebro y el intestino se encuentran interconectados con una intensidad tal que cada vez son más los expertos que apuestan por esta perspectiva totalmente innovadora y complementaria de abordar la salud mental.
La microbiota intestinal, junto con el sistema neuroendocrino y el inmunológico entéricos, son los principales moduladores de la actividad fisiológica del aparato digestivo. En concreto, la microbiota tiene una gran capacidad para regular la digestión de nutrientes, el metabolismo, la defensa contra patógenos y el fortalecimiento de la barrera intestinal. Además, su papel es clave para mantener el equilibrio necesario para evitar el desarrollo de procesos inflamatorios crónicos, procesos degenerativos e incluso cáncer.
El estrés aparece cuando la homeostasis, el equilibrio interno del organismo, se ve amenazada. Es entonces cuando la microbiota entra en juego para regular la respuesta a esta amenaza, y lo hace a través del eje intestino-cerebro.
En años recientes se han publicado numerosas investigaciones que relacionan ciertos desequilibrios de la microbiota intestinal con la obesidad, la diabetes o el asma. Se han hallado indicios de que los microorganismos que la componen pueden influir en nuestra conducta y en nuestro estado de ánimo. También se ha observado que las personas con patologías como depresión, Alzheimer, Parkinson o incluso autismo a menudo presentan alteraciones en la composición de su microbiota.
Bibliografía
Yu W, Xiao Y, Jayaraman A et al. (2025). Microbial metabolites tune amygdala neuronal hyperexcitability and anxiety-linked behaviors. EMBO Molecular Medicine. DOI: 10.1038/s44321-024-00179-y